Luis XIV vivía en una festichola mental
Los caprichos de este señor resumidos en un par de párrafos.
Luis XIV, también conocido como El Rey Sol, fue rey de Francia desde el año 1643 hasta su muerte en 1715. Artísticamente hablando, se va a tener un clasismo patente y, además, todo va a ser monumental: en Francia, el arte va a servir para demostrar poder (de la monarquía, obviamente) y tenemos artistas increíbles como Girardon, Puget, Coysevox, Claude de Lorena, Georges de La Tour y Hyacinthe Rigaud.
Como antecedentes arquitectónicos, vamos a tener lugares maravillosos como el Château de Vaux-le-Vicomte, por el arquitecto Louis Le Vau y construida para Nicolás Founquet, el primer ministro de economía de Luis XIV. Sus jardines son simétricos al igual que prácticamente todo; el edificio es una real belleza, y se encuentra rodeado por un foso (una característica que nos puede remitir a este castillo con fortaleza medieval).
Sin embargo, la obra arquitectónica más sorprendente del barroco francés es Versalles: hogar de Luis XIV y de sus delirios místicos.
Era un pequeño castillo y un sitio ideal para la caza, deporte favorito de Luis XIII, quién decide construir un palacio para residir durante sus jornadas dedicadas a este deporte… o para huir cuando había intrigas políticas. Este primer edificio se terminó en 1626 con características enteramente renacentistas y reducido en tamaño: el edificio principal media 24 metros de largo y 6 de profundidad.
Luis XIV lo conoció a los treces años de edad y quedó fascinado. Él vivía con su madre Ana de Austria sin una sede fija para su corte, así que, cuando se coronó como rey, decidió llevar su corte desde Louvre hasta este maravilloso lugar. Sin embargo, para esto, se requirió tiempo y recién se instaló en 1678.
Louis Le Vau fue el encargado de levantar el nuevo palacio, mientras que Charles Le Brun se dedicó a la decoración y André Le Notre diseñó los jardines, sumando todavía más grandiosidad a todo el conjunto… por si era poco. Para que nos demos una idea: los jardines hoy en día ocupan 100 hectáreas, pero en su momento de gloria, llegaron a ocupar 8.000.
Un palacio esplendoroso… y costoso. Se cree que se gastó aproximadamente un £1.100.000.000 solamente en ampliar la construcción. Obviamente el pueblo francés criticaba esto, y llegaron a llamar casa de naipes a Versalles.
Fue diseñado para demostrar el poder emergente de Francia: todo era un espectáculo, no sólo por sus rutinas o fiestas sino por el ceremonial cuidadosamente creado para mostrar la realeza de los reyes franceses.
Cuando se terminaron las primeras obras, Luis XIV no esperó más y llevó a cabo una fiesta inaugural que pretendía dejar en el pasado la de Nicolas Fouquet: fiesta de la cual hago mención ya que fue extremadamente esplendorosa y costosa, como todo lo que hacía la monarquía francesa. Luis XIV no podía permitir que uno de sus súbditos haga una reunión de semejante calibre, así que decidió tirar el palacio por la ventana.
En 1664, se celebraron Los Festejos de la Isla Encantada: fiestas con una duración total de diez días donde los asistentes vieron representaciones teatrales junto a Moliere, fuegos artificiales de gran calidad y torneos caballerescos.
Un año después llega lo que es, para mí, uno de los delirios más grandes de Luisito, si se me permite llamarle así: las cacerías en los bosques de Versalles.
Se trataba, nada más ni nada menos, de una cacería donde las mujeres de la corte iban vestidas como amazonas (refiriendo a Hipólita y Heracles, quizás), ya que para esta época se exaltaba todo lo que esté referido a la épica de los antiguos héroes. No podemos no pensar en el mito de Apolo y Dafne, donde la que huye es una ninfa del dios del sol. ¡Luisito podría haber representado ese mito en los bosques de Versalles con una dudosa moralidad!
Se llevaron más ampliaciones, a pesar de que la idea original era crear un edificio totalmente nuevo, idea cancelada por el gasto económico que suponía. A partir del año 1668 comenzaron las grandes obras en Versalles:
Gran Apartamento del rey en el ala norte.
Las estancias de la reina al sur.
La enorme e imponente fachada occidental mirando hacia los jardines con columnas de mármol y una terraza que unía las habitaciones de ambos reyes.
¿Se imaginan que viene ahora? Sí, adivinaron: una fiesta. Se trató de las Grand Fêtes: seis días en los meses de julio y agosto dónde se exhibió un espectáculo acuático y pirotécnico en los jardines.
En 1678, para poder albergar a tantas personas de la corte, se hicieron más construcciones: dos alas para alojar al personal administrativo, una Capilla (finalizada en 1710), los Salones de Guerra y La Paz, y La Galería de los Espejos. Dos años más tarde, se terminaba el Gran Canal que pretendía imitar a los canales venecianos.
Es de especial interés la Galería de los Espejos ya que hacer espejos grandes era MUY caro, por lo que significaba un reflejo (literal) del poder económico del Rey. Además, estaba todo decorado con una clave mitológica: Apolo está por todas partes y hay representaciones del Sistema Solar donde está Luisito como el Sol. En cuanto a esculturas, Apolo es el más solicitado (como Apolo atendido por las ninfas de Girardon) pero también hay sobre Neptuno, Saturno, Ceres, Baco y Flora.
Para deleitarnos un poquito más, vamos a mencionar la breve rutinita que tenía Luis XIV: una herramienta que utilizó para manejar a sus nobles. Era un ceremonial de lo más estricto…
A las 08:30, se daba el Le lever du Roi: el ayudante de cámara despertaba al rey diciendo “Señor, es la hora” para que luego ingresen el médico y cirujano personal de Luisito para confirmar su buen estado de salud. Seguidamente, ingresaban los miembros de la familia real.
Seguía el Petit Lever, donde un barbero le aseaba y sus ministros se acercaban para decirle “buenos días”. Luego, el rey tomaba el desayuno y dos cortesanos distinguidos le ayudaban a vestirse: el Primer Gentilhombre de Cámara y el Maestro de Guardarropa.
El Grand Lever era un acto donde se demostraba quien contaba con el favor de Luis XIV. Asistían entre cuarenta y cien personas, y se daba en el momento en el que el rey se estaba vistiendo. Nadie podía dirigirle la palabra si él no lo hacía y lo que sea que hagas te podía dar un favor o… bueno, no.
Ahora sí, con esto tachado de la lista, tanto el rey como sus cortesanos caminaban por la Galería de los Espejos para ir a misa, ceremonia que duraba 30 minutos. A las 11:00, Luis XIV se reunía con sus ministros, siempre teniendo la última palabra él.
El almuerzo era a las 13:00 y con carácter privado para el rey y su familia, pero Luisito invitaba a alguno de sus cortesanos. Sentarse a comer con él era un privilegio que pocos podían tener y muchos cortesanos conspiraban para poder llegar a almorzar con él. Me lo imagino como Almorzando con Mirtha Legrand, más o menos.
No me voy a explayar demasiado con los menús que habían, pero eran dos… y muy extravagantes: 14 entradas, 10 ensaladas, 16 platos asados, una variedad impresionante de postres y mucho más. La cocina también era una forma de demostrar el poder francés y se traían especias de todas partes del mundo, refinando la repostería y licores. Gracias a esto, Francia es todavía destacada en sus delicias, así que, ¡gracias Luisito…!
Las tardes eran dedicadas a recorrer los jardines con carroza, o a pie, o se iba a cazar. El Rey se dedicaba a firmar algunos documentos y a tratar alguna que otra tarea política.
La noche se acerca, y la cena también. La familia real comía con los ojos de los cortesanos en la nuca y cualquier gesto del rey era interpretado. La coucher du Roi se daba a las 23:30 donde los nobles elegidos le daban las buenas noches al rey, y así termina a day with Luis XIV.
En Versalles no tenías privacidad, amor. Ni siquiera para el parto. Luisito disfrutaba muy pocas veces de su soledad, y cuando lo hacía, le gustaba jugar con sus perros. No somos mejor que Luis XIV.
Se cuenta que Luis XIV envía a construir La Orangerie para poder mantener las naranjas fuera de estación. ¡Si Luis XIV quiere naranjas, le damos naranjas!
Yo dije que era un ceremonial estrictamente marcado, pero había un poco de empatía y habían momentos como las Soirées d’Apartment tres veces a la semana para relajar la etiqueta, donde Luis XIV trataba de una forma más cercana a los nobles. Se daban en el Gran Apartamento del rey (de allí su nombre) y contaban con chocolate, café, shows de músicos, bailes, partidas de cartas y billar.
¿Vieron las fiestas? Bueno, también se comenta que Luisito era muy halagador con las mujeres. En la jerga argenta, era un chamuyero a más no poder. Tuvo tres amantes, siendo la marquesa de Montespan una de las más conocidas por su temperamento.

Luis XV, luego de la muerte de Luisito, no le demostró tanto cariño a Versalles. Sin embargo, fue aquí cuando se construyó el Pequeño Trianón. Aquí también vivió María Antonieta, pero eso es otra historia. El fin de la Corte versallesca se dio en 1789, tres meses luego de la Revolución y, para el 1830, se abandonó definitivamente.
Me parece fascinante por una parte ver todo lo que un monarca es capaz de hacer para demostrar “el poder” de todo un país cuando realmente, el país está viviendo una realidad totalmente diferente. Los delirios místicos de Luis XIV de ser, literalmente, el Rey Sol no me dejan de sorprender, mucho menos sus protocolos y ceremonias.
Quizás está mal hablar de caprichos como tal, pero ¿hay otra palabra para la decisión de hacer una fiesta más grande que la de otra persona, sólo para demostrar que tenes más poder? O, ¿perseguir mujeres en el bosque de tu palacio como fiesta? O, ¿mandar a hacer un edificio para poder comer naranjas todo el año?
No lo culpo con lo último. Me gustan las naranjas. Pero, Luisito… un límite te pido.
Para este post, utilicé apuntes de mi Universidad y un texto de Iván Giménez Chueca titulado “Lujo, esplendor y poder. Los secretos de Versalles”, el cual recomiendo fervientemente.
Recuerdo con gusto cuando tuve una temporada obsesionado por la vida y obra de Luis XIV, muchos libros que yacen en mi biblioteca hablan sobre él. Vanidoso e ingenioso, básicamente compró su lugar en la historia jajaj. A veces por molestar a mis amigos franceses les digo: lo mejor de París es Versalles.
Tuve una época en la que su historia fue un poco un hiperfoco para mí. Me sorprendía todo eso del "Rey Sol" y cómo todo lo que leía de moda hacía referencia de una manera u otra a cosas que él impuso jajsjaj