Analogías de la religión, o no sé como expresarme
Siempre fallo al encontrar las palabras correctas.
La poesía siempre fue una de las mejores maneras, pero no escribo una poesía con rima. No sé si lo que escribo es poesía en sí. Tengo la cualidad de expresar cualquier cosa, o pensar cualquier cosa, entre los aspectos y parámetros de la religión.
Es difícil decir que no creo en una religión: creo en todas, pero sólo elijo cuál seguir. Al fin y al cabo, no soy nadie para decirte que tus creencias no existen. Y antes de que sigas leyendo, me gustaría dejar muy en claro que todo esto viene siempre desde el lado del respeto y mi experiencia personal. No hay nada, ni nadie, en contra de algo o alguien.
Voy a sincerarme y decir que la religión me persiguió mucho tiempo: fui a un colegio católico al que las maestras solían narrar como Jesús murió por mis compañeritos. Teniendo 7 años, se me mezclaba la devoción con el miedo y la culpa, ¿yo maté a Jesús?
Todas las noches me arrodillaba enfrente de mi cama y, con los codos sobre el colchón, le pedía a Dios y Jesús que cuiden a mi mamá, papá, abuelas, abuelos, y todos los animales y familiares posibles. No sea cosa de que me olvide de alguien y al otro día le pase algo.
La culpa, principalmente, religiosamente es lo peor: no podes hacer nada para que te perdonen. Confesarte puede funcionar, pero personalmente necesito ver a la persona y pedirle perdón. No puedo pedirle perdón a Dios si no lo veo, no sé en dónde está. En los recreos del colegio nadie se atrevía a decir “Diablo” tres veces seguidas, ¡no vaya a ser que se te aparezca y vayas al Infierno!
Un día, en la Iglesia de mi colegio, nos sentamos todos frente a la sacristía (según mi catequista, lugar dónde se guardan las hostias, copas, vino, etc.) a rezar. Éramos menos de doce niños que estábamos transitando las clases de catequesis para poder tomar la Comunión: algunos lo hacían por dinero, pero yo genuinamente quería afirmar ser hija de Dios… después de todo, mi nombre significa “aquella que está frente a Dios” o “aquella que presenta sacrificios”.
“Sientan cómo Jesús los abraza, y el perfume a rosas de María”, dijo mi catequista. Cerré los ojos lo más fuerte que pude, pero no sentí nada. Esa tarde, mientras subía las escaleras con mis compañeritos, mi mejor amiga me dijo: “¡Lo sentí! ¿Vos no?”
Cuando nos confirmamos por primera vez con el Cura, mi catequista nos dijo que escribamos nuestros pecados en un papel y lo pongamos en una bolsa. Todos lo hicimos sin dudar y, cuando salimos de confesarnos, como por arte de magia, todos los papelitos estaban en blanco. La magia y la fe en Dios.
Tomé la Comunión y me confirmé, para no dejar las cosas a la mitad.
En la secundaria dejé de ir a la Iglesia por voluntad propia, y repetía al igual que mucho de mis compañeros la frase “No creo en Dios”. Pero, ir a una escuela católica tiene un defecto: no te podes escapar de rezar o ir a misa, y yo era muy sensible. Si no rezaba, culpa. Si no iba a misa, culpa. Dejar de persignarme cada vez que veía un rosario o una iglesia me costó años. A veces lo hago, pero en ocasiones donde yo siento que tengo que hacerlo.
En los últimos años de la secundaria, tuve una profesora de la cuál no voy a mencionar su nombre) que fue lo suficientemente amable de contarme por qué era cristiana y por qué encuentra un camino en esa religión. La verdad que me hizo ver otra perspectiva: todo lo que ella lo hacía era por amor, porque le salía del alma. Y entendí un poco más por qué no me estaba funcionando la fe. A veces, en momentos desesperados, te cuestionas la fe… y no sólo hablo de la religión.
Sin embargo, explicaba la crucifixión con tanto detalle que la culpa por no rezar volvía cada lunes de cada semana. Quizás había cierta manipulación ahí para que vayamos a la Iglesia, y con mis amigos hablábamos eso.
No tengo ningún odio con el cristianismo, la historia me ayudó mucho a entender que cosas no me gustaba. La idea de un Dios todopoderoso y egocéntrico que te observa todo el tiempo y que estuvo dispuesto a dejar morir a su hijo. La falta de piedad de ver a un hijo colgado en una cruz agonizando y no hacer nada me tortura. ¡Dejó morir a su hijo! ¿Por qué no pasaría algo malo conmigo?
Cristo creció muriendo, María lo engendró enterrándolo y Dios vio todo. Y sé que fue todo por un bien mayor… pero es tu hijo. ¿Qué padre hace eso?
Jesús y María recibieron mi odio casi como un efecto rebote, porque nunca tuve nada en contra de ellos. Lo ideal es ir a la fuente y no dejar que una institución te diga qué se dice en la Biblia. Agarrala, leela, y pensa. Pero todo eso lo aprendí y entendí cuando dejé la secundaria.
Siento necesario citar una parte de un texto que escribí hace poco:
En algún momento del tiempo presente , y como algo inesperado, múltiples dioses, deidades, diosas (no menos importante mencionar esto) y criaturas tocaron la puerta de alguna parte de mi ser (no sabría cual decirte, perdón, no sé que tan bien me conozco) y entendí. Ah -pensé- ahora entiendo. Lo cierto es que nunca voy a entender nada ni cómo el mundo funciona. Es demasiado para mí y yo solo quiero remitir a lo que mi cerebro pueda llegar a comprender. El resto es fe.
No hace falta decir que mi corazón se volcó al paganismo helénico. Los dioses representan todos los aspectos de la vida: el duelo, la injusticia, el amor, la guerra, la justicia, y miles de cosas más. Cada dios se refiere a algo, estamos rodeados de dioses. Además, añado una breve cita sobre el artista Xul Solar: “Qué raro que la gente piense que es mejor creer en un solo Dios. Es un error. Si Dios es bueno, conviene que haya muchos dioses. Cuantos más dioses, mejor” (López Anaya, 2005, p. 199).
Reencontrarme con la ilusión de tener una funcionalidad más allá de algo terrenal, me devolvió la inocencia de la infancia.
Encontrarse con la religiosidad es (…) conectar tu corazón con lo desconocido, con una parte de la naturaleza que nos excede y que no se puede ver. (…) Es aferrarte a la vida con las uñas. Es ver el fuego arder en la cera. Es miedo. Es incertidumbre. Es cariño. Es piedad. Es plegaria. Es repetir constantemente “por favor” y esperar que alguien esté ahí. Es la ilusión. Es la desesperación y la calma. Es todo junto. Lo es todo y nada.
Siento, y como afirmo en el texto completo, que nadie habla de la reconciliación religiosa. Quizás porque nunca lo experimentaron, o quizás porque para ellos es un proceso más que natural.
Me costó mucho no sentirme culpable al rezarle a un dios, y no a otro. Es una religión politeísta, no pasa nada, los dioses lo entienden. Encontrar una nueva religión es como volver a un lugar del cual nunca te fuiste: algunas velas están prendidas, otras apagadas; los rosarios y piedras tienen polvo, así que tenes que sacar todo y encontrar un nuevo espacio. Ahora parece que todo es más grande, hay más posibilidades, ¿antes no?
Impresionante la cantidad de veces que cito mis propias palabras en mis propios trabajos, pero realmente volver a pensar en figuras religiosas que habías abandonado es complicado. Lo que me emociona hasta las lágrimas es el volver a un lugar que mi yo del pasado quería, pero le asustaba. Mi altar tiene dioses griegos, sí, pero María se siente como una madre y Jesús como un hermano. Sin presiones, ni culpas… exactamente como debería ser.
Mi altar se llena de velas de deidades antiguas. No me arrepiento. Me siento en casa así. Mi corazón y alma es hogar de dioses e historias eternas. Soy un testigo de las inquietudes de personas que vivieron antes que yo y soy un instrumento que las musas tocan sin parar con un frenesí dionisíaco. O apolíneo. Depende el día.
Creo que la religión termina siempre sirviendo para algo más, cosa que yo ni siquiera había procesado antes. La típica imagen de la que religión y creencias eran solo estar en un lugar específico y con una vela prendida se esfumó cuando pude superar el miedo a las arañas que tenía hace años gracias a la religión. Es una estupidez, lo sé, pero pude ver una araña y no querer irme de la habitación. Y es un gran avance.
Esa es la magia de los mitos, o al menos así se manifestó en una noche de verano. Y así me re-conecto con la naturaleza. Los humanos olvidamos que somos parte de la naturaleza.
Referencias
Camila R. López. (20 de marzo de 2025). Los Dioses que me vieron crecer. Tertulias de Cangrejos. https://tertuliasdecangrejos.substack.com/p/los-dioses-que-me-vieron-crecer
López Anaya J. (2005). Arte Argentino: cuatro siglos de historia. Emecé. Buenos Aires, Argentina.
Wow! Resoné un montón con este post, también desde chiquita fui a colegio católico y siempre hubo cosas del concepto de Dios y de la Iglesia que me hacían muchísimo ruido. Fue gracias a una monja amorosísima que tuvimos hacia el final de la secundaria que entendí el ser seguidor por amor y no por culpa. Actualmente me cuesta mucho pensar en Dios si soy honesta, nunca me terminó de cerrar, pero me fascinan algunas cosas de la Biblia (yo encima amo la literatura jajaj) y me encanta la figura de Jesús como alguien rebelde, amoroso, humilde, etc. Ahora ya no me pongo a pensar en si esas figuras son o no reales, aunque sean solo metaforas, a veces me inspiran.
Y después también soy súper bruji, amo la astrología, a los santos paganos... jajajajs está bueno eso de crear el altar propio