Para el momento que estés leyendo esto ya habrán pasado casi dos meses, pero mientras el loop temporal exista, estoy escribiendo desde el banco de mi facultad esperando a que mi amiga salga de rendir.
Recién rendí un final que me tenía asustada (y lo siguiente) de una materia que cursé hace dos años. Muchas amigas me dijeron que era súper complicado y que me prepare MUY BIEN. Fue más o menos lo que hice, porque la verdad que tuve un par de problemitas de salud y me enfoqué más en eso que en estudiar. Ups, culpable.
Para todo el mundo seguro eso es normal, pero para la mente de una persona con necesidad de aprobación académica la cosa no funciona así. Creo que es algo que me impuse (todavía no sé cómo) desde chica: si no me sacaba un 101, lloraba. ¿Un 8? ¡Prefiero morir! No es ni lo suficientemente bueno, y solo bastó para aprobar.
La cuestión es que yo pensé que eso se iba a quedar en la secundaria (preparatoria o high school si queres sentirte yankee) pero la respuesta les sorprenderá.
Empecé la universidad y todo el mundo me decía que iba a ser una etapa complicada y que me olvide de sacar notas más altas que 6. Hace cuatro años estoy en la carrera Historia del Arte y, si se me permite opinar2, es una carrera muy difícil pero mi promedio no está nada mal: estudiar se me hace fácil, y leer me encanta. Pero no puedo evitar querer meter la cabeza en la tierra cual ñandú cuando algún profesor me pregunta algo que no sé o no me saco la nota deseada.
Estaría para evaluar con mi psicóloga, pero creo que se da por el hecho de que no me siento suficiente como persona y siento que las personas me quieren por lo inteligente que soy. Absurdo, y aún más absurdo cuando una se pone a pensar que va a pasar cuando se termine esta etapa universitaria… ¿la gente me va a querer? ¿todavía voy a ser inteligente?
Es todo un tema.
Cuando pasa la tormenta, el momento de relax dura dos segundos para dar paso a la frase “esto lo podría haber hecho mejor”. Nunca va a ser suficiente a mis ojos, y no me puedo conformar con nada. La competencia es algo que, quizás, tengo instaurado desde pequeña: mis compañeros de secundaria hacían un ranking anual de quién tenía el mayor promedio, y salía siempre segunda o tercera. Muy lindo, pero quiero más.
A este punto no sé si las cosas se me dan por ambiciosa o porque tengo la capacidad para hacer esas cosas. Autosabotearse a este punto es el placer/tortura más grande que una puede tener, porque siempre te impulsa a más… y no te deja calmarte con nada. Necesito que todos me digan que soy inteligente y que me va a ir bien, ¿Quién soy si no?
Empezar a delegar también es un peso muy grande.
A veces me pongo a pensar por qué es algo tan importante, para mí, que un profesor (o persona mayor a mi persona) me felicite o acepte cualquier teoría o comentario ingenioso que se me pueda ocurrir. Lamentablemente, no encontré respuesta alguna.
Ahora te escribo desde mi cama en el mes de abril, dejando mis reflexiones de febrero en los párrafos anteriores. Hace unas semanas, algunas de mis profesoras se enteraron de la existencia de este blog (les conté yo, no me quejo para nada) y una en particular lo halagó enfrente de mis compañeras. Yo era un perro con dos colas. Seguramente estén leyendo algo de esto. Si sos una de ellas: ¡hola! espero que estés teniendo un día muy lindo.
Que vergüenza ser leída por personas conocidas, ¿no les pasa? Una cosa es que me lea una persona que no me conoce de absolutamente nada (bueno, leyéndome ya conoces mitad de mi alma) y otra cosa totalmente diferente es que me lea una persona que me frecuenta día a día, que me cruza en pasillos o que tiene charlas en Whatsapp conmigo. Ser percibida como una pantalla o como un cuerpo cambia todo. La vergüenza la voy a pasar igual, así que hay que convertirla en algo artístico… ¿es esto algo artístico?
Volviendo al eje de la cuestión, que placer cuando sabes todas las respuestas en un parcial o examen. Quizás no tiene mucho sentido, pero para mi es una de las sensaciones más lindas. Es un calorcito en el pecho que no se va con nada, y una tranquilidad extrema. Pero, como ya les dije antes, todo siempre puede ser mejor.
Me gustaría también sumarle una cosa más a todo este descargo virtual: lo irracional.
Hay pocas personas que pueden calmar la bestia hecha de nervios que tengo en mi cabeza al momento de rendir un examen y acepto que, para los seres con los que comparto espacios de vida, es agotador. Por poco no trepo las paredes hablando de la biografía de Pío Collivadino o las sedes que tuvo en Museo Nacional de Bellas Artes antes de la actual en Avenida Libertador. Todos los miedos son racionales hasta que dejan de serlo. No me voy a morir si me preguntan algo que no sé, ya lo sé, pero no me vas a poder sacar los nervios.
Mi cuerpo se tensa y actúa como si tendría que estar escapando de un predador, ¿Cómo hago para explicarle que no tiene que correr 20 kilómetros, sino que tiene que sentarse a hablar de una materia sobre la que estuvo estudiando por más de 4 meses?
El proceso de entender que mi desempeño académico no me define como persona en su totalidad es algo que todavía me cuesta digerir. Desde mi punto de vista, todo es un caos cuando tengo un examen y quiero estar lo mejor preparada al punto de que, si me llegas a preguntar qué hay en la esquina de un tímpano románico y en qué momento del día se talló, yo sepa decirte. Totalmente irreal y absurdo.
Pensándolo de otra manera, si supiera todo, no tendría sentido el seguir estudiando, escribiendo, leyendo y miles de cosas más. ¿No sería un poco como el cuento de Borges, Funes el Memorioso? Bauzá lo menciona en su publicación Los sortilegios de la memoria y olvido (obra más que recomendada) en relación a esta extra-capacidad de recordar. Podríamos decir un agobio del recuerdo o la capacidad de recordar. Sería un total agobio saber todas las cosas y encontrar que, al final del día, no tenemos más nada que estudiar. Una alienación del cerebro humano y una computadora. Bueno, me voy por las ramas. Como se nota que me pasé los últimos días leyendo a Bauzá, ¿no?
Quizás en otra vida no me presiono tanto con estas cosas ínfimas y temporales. O sí. Todo esto es una patada de realidad donde la perfección no existe. Ni existió, ni va a existir.
Les acabo de desnudar en pocos párrafos la mitad de mi mente. A veces las cosas son tan bastas que ni siquiera sé por dónde empezar. Al buen entendedor, pocas palabras diría mi mamá.
Asumo que todo el mundo sabe que cuando digo “10” me refiero a la nota máxima (y no por Messi) sino porque en Argentina y muchos países del mundo se califica del 1 al 10, y se aprueba con 7. Aclaración fugaz por las dudas.
Obvio que si. Es mi blog.
La academia es solo eso: un trámite de validación. Los examenes no deberían existir.
Ah, y mi lema preferido es: esta profa siempre te cree. A seguir escribiendo que lo hacés bien lindo.
Acá otra dependiente de la validación académica, que en ese camino terminó decidiendo hacer un doctorado 🥲 creo que lo mejor para distanciarte de esos nervios y ese miedo es someterte al examen y que te vaya mal. En algún momento caes que seguís viva y está todo bien y, sobre todo, que lo que sabés o no sabes, no depende de cómo te haya ido. Abrazooo